Al día siguiente embarcamos de madrugada en un moderno ferry y aunque ya estuviera previsto que el sol iba a salir, el amanecer nos sorpredió en el Estrecho por su belleza. Pensé en todos los emigrantes e inmigrantes que tienen que salir de sus países para buscarse la vida, un fenómeno al que cada vez más españoles se ven obligados a recurrir. |
Me cambiaron los bombines
de los frenos en un taller de Tetuán y continuamos hasta Kénitra. |
Al día siguiente llegamos a Marrakech y fuimos a
dar una vuelta por el centro. Una familia comía algodón de azúcar en la
plaza de
la mezquita Kutubia. |
Un porteador tiraba de un carro cargado con las
maletas de una familia de turistas que se dirigía a su hotel. Los niños
lo miraban todo con curiosidad, preparados para vivir unos días
inolvidables repletos de experiencias asombrosas y nuevas sensaciones. |
Subimos a una terraza para contemplar la plaza
Jamaa el Fna. Al fondo una tela cubría las ruinas del café Argana que
unos imbéciles destruyeron con una bomba en abril de 2011, matando a 16
inocentes. |
En la plaza había puestos de frutos secos perfectamente colocados que debían montarse y desmontarse todos los días. El tendero contaba las horas que le quedaban para cerrar, cansado de que le hicieran fotos. |
En Tiznit visitamos a Mohamed el barbero, que me
hizo una buena escabechina por solo 10 dirham. Por ese precio y
teniendo en cuenta que no modifica facciones ni amputa
miembros, no merece la pena reclamar. Además la sangre no llegó al río,
ya que Tiznit no tiene río. |
Al día siguiente subimos a una loma para
contemplar las dunas del Oued Chbika. |
Luego nos internamos en el Parque Nacional
Khnifiss. Nuestro camión era un caballo de madera de un carrusel
gigante que nos mecía entre nubes y dunas. Otras veces me parecía un
pozo sin fondo. Cuando lo venda lo echaré de menos. De momento echo de
menos todo el dinero que me he gastado en él. |
Las estrías surgían de la duna, serpenteaban por
todo el desierto y... |
... llegaban hasta Casamar, en Tarfaya. |
Aprovechando que la marea estaba baja, un joven
pescador recogía pulpos entre las piedras y los metía en un saco.
Espero que se llevaran bien ahí dentro, una pelea de pulpos dentro de
un saco tiene que ser la leche. |
Dos colegas se disponían a contemplar la puesta
de sol a través de un boquete abierto entre las ruinas de Casamar. |
El Assalama seguía encallado al sur de Tarfaya. Herido de muerte, nadie había venido a rescatarlo. Sus pasajeros lo perdieron todo. |
Hice esta foto con una cámara
analógica para ver las diferencias con la digital. |
Si nadie lo remedia, el Assalama acabará desguazado y vendido como chatarra. Acampamos en una hondonada antes de llegar a Laayoune. |
Al día siguiente continuamos parando en los
sitios que más nos gustaron. |
Por la tarde llegamos a Lacraa y fuimos a
dar un paseo por la playa. |
En un poblado de pescadores conocí a Mohamed. Me invitó a tomar té en su casa. Quise corresponderle con algún regalo, pero mi camión estaba lejos y solo pude ofrecerle un poco de dinero. Lo rechazó amablemente, ya que en ese pueblo no había ningún sitio para gastarlo. El dinero no le importaba y tenía todo lo necesario para vivir, por lo que a pesar de las apariencias pensé que no era pobre. |
También me invitó a ver la puesta de sol más bonita del mundo desde la puerta de su casa. Le hice esta foto y me pidió que se la llevase en el siguiente viaje. |
Espero tener la oportunidad de volver a este sitio lo antes posible. |
Al ir hacia el camión hice esta foto del
mar flotando entre las rocas y pensé que Mohamed estaba donde quería
estar. |
Si le hubieran sacado de allí y le hubieran puesto en cualquier otro sitio del planeta, habría hecho todo lo posible para regresar. |
¿Dónde está la felicidad? ¿En la opulencia? ¿En una playa desierta? ¿En algún recuerdo? |
¿En acercarse al límite para experimentar el
vértigo de sentirse vivo? |
Definitivamente, Mohamed no era pobre. Y cuanto más lo pienso, más rico me parece y mejor me hace sentir. |
A la altura del Golfo de Cintra empezamos a ver
langostas. Primero cientos, luego miles y más tarde millones. Era una
plaga, como la de la Biblia u otra menos famosa que tuvo lugar en 2006.
El verano anterior había llovido mucho y las langostas se habían
reproducido a ritmo exponencial. Pudimos ver que para sobrevivir se
comían unas a otras, por lo que no cabe esperar nada bueno de
semejantes insectos. La falta de seguridad en el norte de Malí
provocada por la invasión de los barbudos ha impedido a la FAO luchar
convenientemente contra este problema que destruye cosechas y provoca
hambre. Yo hice lo que pude cargándome unas cuantas con mi parabrisas. |
Un pescador había dejado sus huellas solitarias
en la playa de la soga. |
También se llamaba Mohamed. Su cuerpo y su caña
de pescar formaban
una X con la que señalaba el lugar exacto en el que se encontraba a
gusto. |
Antes de llegar a Bir Gandouz paramos en una
playa donde crecía un diminuto bosque de plantas amarillas y nos dimos
un baño
para celebrar que llevábamos sin ducharnos desde el camping de
Marrakech. |
Contraté el seguro en el Hotel El Ezze Raha de Bir Gandouz, que en ese momento acogía una convención de aficionados a gastárselo todo en un Mercedes. |
Paramos en un control de la Gendarmería cerca de
Chami y dormimos bajo las estrellas. Se veían perfectamente porque no
había luna, ni nubes, ni humedad, ni contaminación lumínica. |
Al día siguiente el sol salió detrás de un rebaño de camellos. En enero los días son más cortos; anochece pronto y amanece tarde. |
Conocimos a este pastor en el Parque Nacional Banc D'Arguin. Hablaba francés perfectamente. |
Llegamos a Nouakchott y visitamos el mercado. |
Luego fuimos a la lonja para ver el regreso de
los barcos. Los únicos que trabajaban tenían la piel oscura. |
Un perro dormía a la sombra de un carro. |
Unos pescadores aparcaban su patera. |
Otros recogían el fruto de su trabajo. |
Regresaban de la faena calados hasta los huesos.
Una vida dura. |
Tomamos la Ruta de la Esperanza y paramos a
comer en un restaurante de Boutilimit. La cocinera llevaba guantes y el
pelo cubierto, cumpliendo las normas de higiene. |
Paramos a descansar en un bonito poblado entre
dunas. El sitio era
espectacular. |
Dormimos en el puesto de control de la
gendarmería en Magta Lahjar y al día siguiente comimos pollo con
patatas en el restaurante Tuuri Kombo de Kiffa. La cocinera y sus dos
hijos nos atendieron estupendamente, como siempre. La gente maja
siempre alegra la vida a los demás. |
La pista tenía mucha arena y el camión se
atascó, pero salió con ayuda de las planchas después de montar la
transmisión delantera. Mohamed nos guió estupendamente hasta Kankossa.
Era un Maure de
pura raza y no me costó ningún trabajo imaginármelo a lomos de un
camello vestido con su túnica y la espada desenvainada arremetiendo
contra los infieles. Supongo que él haría lo mismo conmigo disfrazado
de cruzado. Afortunadamente los tiempos han cambiado. |
Llegamos a Hamoud sin problemas. El pueblo estaba lleno de jóvenes y niños. |
Los había sobre todo por las calles, pero
también encima de
las piedras. Pedro repartió balones de fútbol y se pusieron muy
contentos. |
Salimos hacia el sur y me atasqué en un río
seco. La arena de la orilla era muy blanda y no había forma de subir la
pendiente. Afortunadamente al otro lado había un árbol y pudimos
enganchar el tráctel. En época de lluvias debe ser muy difícil pasar
por aquí. |
Entre Nagara y Hamdalaye paramos a fotografiar un pequeño baobab. En Aourou hicimos los trámites de entrada en Malí y se nos subieron otros dos gendarmes que nos escoltaron hasta Kayes. |
La pista de Kiffa a Kayes resultó ser la más dura que había hecho en mi vida. Las prisas y el estrés por las noticias sobre la guerra me impidieron disfrutarla. Me gustaría volver para hacerla más tranquilamente cuando las cosas se calmen. De todas formas fue una aventura sensacional, el plato fuerte del viaje. |
Llegamos a Kayes y nos alojamos en la Radio
Rurale de Kayes. Es raro que una emisora alquile habitaciones, pero
estando tan limpias como estaban, no merecía la pena
cuestionarse nada. |
De camino a la aduana para solicitar el Laissez Passer Touristique, hinchamos las ruedas del camión. Para atravesar zonas de arena las había tenido que bajar a dos kilos. |
El capitán de la gendarmería Salif Keita nos
llamó a su despacho y nos dijo que por nuestra seguridad debíamos
viajar hasta Bamako con dos agentes. Arouma y Moussa nos acompañaron
hasta Bamako haciendo escala en Diéma, así que nuestro plan de ir por
Kita se fue al garete. |
Fuimos a visitar a los salesianos españoles del
Centro Père Michel, que no se planteaban la posibilidad de marcharse.
Después de muchos años de trabajo silencioso y constante, habían creado
una isla de paz y tranquilidad que no estaban dispuestos a abandonar.
La vida
allí transcurría en aparente calma. |
El padre Guillermo leía atentamente las noticias. Me entristeció enterarme de que el padre Emilio Escudero de Sikasso había fallecido recientemente. |
Antes de tomar el vuelo fuimos a dar un paseo
hasta el
hotel Mandé. |
Contemplamos la última puesta de sol africana. A
veces los planes no se cumplen como teníamos previsto, pero el sol
nunca falla. Anochece, que no es poco. |
Levantarse y seguir adelante, luchar con
entereza, resistir pacientemente, aguantar los embates del destino,
encontrar una salida, buscar una solución, desafiar la derrota, sufrir
en silencio y sobrevivir, eso es lo que hacen los africanos sin esperar
en vano a que el Estado les resuelva todos sus problemas y sin
renunciar a sus raíces. |
Lo mejor de esta experiencia inolvidable ha sido
mi
compañero de viaje Pedro,
un tipo excepcional. Hasta luego amigo,
volveremos a encontrarnos con buena música a la luz de las estrellas. |