Llegamos a Manilva, comimos en una pizzería del
Puerto de la Duquesa y dormimos en casa de uno de los viajeros. |
Al día siguiente cruzamos el Estrecho en un
ferry de Balearia. Los
que aparecen en la foto no venían conmigo, posaron porque quisieron. |
Algunos emigrantes marroquís aprovecharon el
trayecto para dormir. |
Fuimos al centro de Marrakech y contemplamos los
últimos rayos de sol sobre la Kutubía. |
La explanada permanecía cerrada hasta la hora
del rezo. |
Nos subimos a una terraza para ver La plaza
Yamaa el Fna. |
Estábamos en pleno Ramadán y había
menos gente de lo habitual. |
Cenamos estupendamente en uno de
los puestos. Quisieron timarnos con las cuentas, pero les salió mal. |
Al día siguiente continuamos hacia
el sur y compramos fruta en Tiznit, donde nos cruzamos con este anciano
juglar que seguramente tendría muchas historias que contar. |
Paramos a descansar en lo alto del
puerto de Tizi-Mighert. |
En Guelmim pasamos por un taller para reparar un
teléfono móvil. |
Después de El Ouatia paramos en un
acantilado. |
Un rayo de sol se coló entre las nubes. |
Los cabos se perdían en el horizonte. |
Una cuerda esperaba su funambulista. |
Apareció un pescador. |
Nos ofreció una gran corvina para
cenar. |
Dormimos en Foum el Oued y al día siguiente
fuimos a ver el Que Sera Sera. |
Dos pescadores preparados para echarse al mar
vinieron a saludarnos. |
Tomamos té en un restaurante de
Boujour. El camarero nos hizo el signo de la victoria al revés o nos
cobró el doble o las dos cosas a la vez, no estoy seguro. |
En una curva vimos todo el suelo
lleno de impresos oficiales. Por lo visto un camión se había puesto
nervioso y había perdido los papeles. |
Fuimos al poblado pesquero de
Lacraa para entregar a Mohammed una foto que tomé en un viaje anterior. |
Mohammed no estaba, así que dejé la
foto a unos colegas suyos. Les gustó y me pidieron que les retratase. |
Me subí a una roca para ver la cala. |
El paisaje era muy luminoso. |
Parecía sacado del Círculo
Polar Ártico. |
Había muchas barcas varadas en la arena. |
Las calles eran tan arenosas que solo los
tractores podían circular. |
Al pasar por el Golfo de Cintra
subimos a una torre y vimos un pastor llevando un
rebaño de camellos. |
Llevaba buena marcha y en pocos minutos se
perdió en el horizonte. |
Llegamos temprano a Bir Gandouz y nos acercamos
al Cabo Barbas. Las rocas estaban llenas de mejillones. |
El sol bajaba despacio, sin prisa. Aquí el
tiempo parecía tener otra dimensión. |
La playa estaba desierta. Por lo
visto era zona militar. Vino un gendarme a preguntarme qué hacía por
allí. |
Solo tuve que señalar al horizonte
y me entendió perfectamente. |
Al día siguiente llegamos a la
frontera de Guerguerat y nos pusimos a la cola. Cruzamos rápido y
entramos en Mauritania. |
Llegamos a Nouakchott y nos alojamos en el
albergue Sahara. |
Dormimos en la terraza, más fresca que las habitaciones. |
Al día siguiente compramos fruta en
el carrefour Madrid y salimos hacia el Este por la Ruta de la Esperanza. |
Un pastor me preguntó por qué los
camellos me llamaban tanto la atención y se quedó asombrado cuando le
dije que en mi país no había. |
En Aleg paramos a comprar pan. Este señor me dio
la mano tan fuerte que me la dejó blanca y tardó 5 minutos en recuperar
su color. |
Cerca de Magta Lahjar paramos a
comer a la sombra de una acacia. |
Me subí a un depósito abandonado para contemplar el paisaje cerca del puerto de Djoûk. |
A lo lejos se veía un oásis. |
Después de Tîntâne paramos a dormir en un
control de la gendarmería. A la mañana siguiente los ocupantes de una
pick-up descansaban antes de reemprender la marcha. |
Los camellos esperaban su turno para beber en
uno de los pozos de Hassi
Ehl Ahmed Bechna.
|
Entramos en Malí y la gendarmería
nos encasquetó una escolta que nos acompañaría hasta Bamako. Como era
tarde y no queríamos conducir de noche, nos quedamos a dormir en un
cuartel. |
Hacía calor y bebimos un
refresco en la cantina. Las instalaciones estaban en pésimo estado por
falta de mantenimiento. Era muy poco probable que nos atacase nadie, ya
que no quedaba prácticamente nada por destruir. |
Fuimos a dar una vuelta al pueblo. |
Este camión se dirigía al mercado
de Yelimané por una pista muy mala. Los camiones africanos suelen
llevar la mercancía en el interior y los pasajeros viajan arriba, pero
en este
caso era al revés. En el techo solo quedaba el encargado de apartar los
cables que cruzaban las calles. |
Comimos arroz con salsa en un restaurante. |
La dueña aprovechaba un descanso
para hacerle
trenzas a su nieta. |
Luego posó amablemente y le prometí
que el viaje
siguiente le llevaría la foto. |
Es fácil hacer fotos en los pueblos
o en las ciudades pequeñas porque la gente se muestra amable. Los
retratos urbanos al estilo de Tatkuo
Suzuki son mucho más difíciles en las grandes ciudades africanas,
porque el hacinamiento estropea el carácter de las personas. A veces he
acabado en
comisaría dando todo tipo de explicaciones y pidiendo disculpas a
personas hostiles y alteradas. |
En África es costumbre dar limosna a los
gemelos. En algunos países como Nigeria y Benín se les rinde culto.
Creen que los gemelos comparten un alma indisoluble. |
Unos comerciantes de grano
descansaban frente a
sus almacenes. |
Un asador de carne. |
Dos niños jugaban al futbolín. |
Una mujer enferma yacía en la parte
exterior de
un banco. |
Unos chicos veían la televisión en
grupo, como
en España hace tiempo. |
Uno de los escoltas que nos
acompañó. |
El otro estaba muy orgulloso de su
kalashnikov. Fueron casi todo el viaje dormidos y eso me tranquilizó.
Mi principal temor fue que se les escapara un tiro. |
Mi camioncito me estaba esperando
donde lo dejé en enero. Nada más llegar le presenté a su sustituto y se
echó a llorar. |
Me alojé en el albergue Teriya de Bamako. Desde
que empezaron a venir los miembros de las misiones internacionales de
paz, los precios de los alojamientos han subido. La paz tiene un precio. |
Llevé el generador que había desmontado
del camión a un taller para que lo limpiasen. |
En África el polvo y la suciedad ocasionan
muchas averías que pueden evitarse fácilmente limpiando de vez en
cuando. |
El hijo del dueño del taller
aprovechaba las
vacaciones escolares para aprender el oficio de su padre. |
Un artesano restauraba una antigua
máscara Nalu. |
Fuimos a la terraza del hotel
Mandé a contemplar la puesta de sol. |
Había llovido en las montañas y
el agua del
río Níger se había teñido con el color rojo de la tierra africana. |
Unos pescadores echaban sus redes. |
Pasamos la última noche en Bamako
en el albergue Kangaba. |
Disfrutamos de la paz y la
tranquilidad, alejados del bullicio de Bamako. |
Una mariposa se tomaba un refresco
de néctar. |
Salimos hacia Sikasso y por el
camino paramos en Ouelessebougou para ver el mercado. |
Una vendedora de ropa se protegía
del sol con un enorme paraguas de colores. |
Fuera de Bamako, la gente volvía a
sonreír. |
Incluso algunos posaban. |
La integridad física de esa niña dependía de la
calidad de la tela y de la habilidad de su madre para hacer nudos
resistentes. |
Desde Sikasso fuimos a visitar las
cuevas de
Missirikoro. |
La luz intentaba iluminar el
interior. |
Por aquí había llovido poco y
el maíz estaba bajo. |
Los animistas hacían sacrificios
a los espíritus para que lloviese. |
Subí hasta lo alto para ver el
paisaje. |
Disfruté de una hermosa puesta
de sol. |
Al día siguiente esta chica nos vendió unos
refrescos y salimos hacia Burkina Faso. |
Por el camino paramos a ver la
cascada de Farako. |
El río llevaba menos agua que
otros años. |
Las lluvias influyen en todo. Las
sequías siempre vienen sucedidas por épocas de inestabilidad política. |
Las últimas lluvias habían dejado charcos en la
piedra. |
Por el camino paramos a ver un
poblado Bobo-Fing. |
Dos vecinas de mi amigo Moussa se
preparaban para ponerle extensiones al pelo de una de ellas. Hace 20
años me habría puesto rastas, pero ahora ya no me queda ni de donde
agarrar. |
La cenicienta preparaba
comida para todos. |
Nada más llegar al hotel Soba de Bobo-Dioulasso
por fin empezó a llover en serio. |
Por la noche fuimos a ver un
concierto en el Samanké. |
Me quedé dormido porque estaba
cansado. En la oscuridad parecía que había
cerrado los ojos para concentrarme en la música. |
Al día siguiente el mobiliario de
esta terraza proyectaba su sombra sobre la acera. |
El agua de la piscina del hotel L'Auberge de
Bobo Dioulasso reflejaba una de las fachadas. |
El hotel ha ido mejorando con el paso de los años. Es la excepción que confirma la regla, porque en África suele ocurrir todo lo contrario. |
Fuimos a visitar la mezquita de Bobo-Dioulasso. |
Durante la época de lluvias estas construcciones
se desgastan y al menos una vez al año deben ser restauradas. Por eso
tienen esas formas tan redondeadas. |
Los troncos que sobresalen sirven de andamio.
Todo el mundo participa en el remozado y cuando acaban las obras
celebran una fiesta. |
Una anciana descansaba a la sombra de la
mezquita. |
Los imanes de la mezquita leían el Corán. |
El Islam tiene varias corrientes, algunas más tolerantes que otras. En Burkina Faso musulmanes, cristianos y animistas conviven con menos problemas que en otros países como Nigeria. |
Luego fuimos al mercado y me topé
con esta belleza. Los antiguos griegos tenían sacerdotisas en los
templos, una buena forma para atraer feligreses. |
Las peluqueras trabajaban en un
rincón del mercado. |
En África occidental son los
hombres quienes manejan las máquinas de coser. |
Salimos hacia Banfora y por el camino paramos a
contemplar una cascada. |
Por aquí había llovido bastante. |
Luego fuimos a visitar el lago
Tengrela. |
El barquero que conocí en
enero de 2008 portando una camiseta de Kiss estaba enjuto y
desmejorado. En los poblados que rodean al lago se veían mucho niños
con malformaciones, más que en otras zonas. Supuse que allí irían a
parar vertidos incontrolados de todo
tipo de sustancias contaminantes que provocaban enfermedades. |
Una belleza tóxica. |
Atravesamos arrozales y campos de
caña de
azúcar. |
Luego visitamos las cascadas de
Karfiguela. |
Para ser temporada de lluvias, bajaba poco agua. |
Coincidimos con una excursión de turistas
locales. |
El agua había partido la montaña. |
Luego fuimos a visitar las rocas de Sindou. |
Un lugar mágico. |
La naturaleza es la única artista
verdadera, todo lo demás son imitaciones. |
Al día siguiente tomamos una pista
hacia el este. Un joven mecánico arreglaba una moto en Sidéradougou. |
Parece imposible que se pueda decorar una flor. También resulta difícil comprender que en muchos países africanos se siga practicando la ablación o mutilación genital femenina, a pesar de los esfuerzos de los gobiernos para erradicar esa odiosa costumbre. |
Fuimos a ver a Sib, el feticheur. |
Se mantenía en forma subiendo y bajando
escaleras. |
Un rayo entraba por el tragaluz iluminando las
sandalias. |
El sol calentaba la comida. |
Un altar con fetiches. |
Me caen bien los que creen en estas cosas. La gente sin imaginación me aburre. |
El hijo de Sib me explicó de qué iba el tema, pero no me enteré de nada. Además estaba seguro de que nunca me contaría lo más importante. |
La primera vez que vine aquí en agosto de 2002 el padre de Sib acababa de fallecer. Sus familiares habían moldeado un animal gigante que representaba su espíritu y habían levantado una enorme barricada delante de la puerta de la sukala para impedir que regresase. |
Lo malo de ver este tipo de cosas es que ahora
cualquier instalación de arte contemporáneo me sabe a poco. |
Luego subimos a la terraza. |
La mujer de Sib descansaba a la sombra. |
Las creencias son como las raíces de los árboles. |
La atmósfera de la casa de los fetiches estaba
impregnada de ideales y transmitía la necesidad de creer en algo. |
El oxígeno era diferente y despertaba neuronas
predispuestas a asimilar con toda naturalidad incluso doctrinas
contradictorias. |
El feticheur alimentaba las creencias de sus
vecinos, y ellos le alimentaban a él. |
¿Y si todo fuera una broma? |
La hija del feticheur también se
mantenía en forma trabajando todo el día sin descanso. |
Luego fuimos a ver a un amigo
tallista. |
Nos enseñó una de sus últimas
creaciones. |
El niño que Enrique y yo
encontramos moribundo en enero de 2008 se había convertido en un chico
fuerte y sano. |
Afortunadamente para estos árboles,
sus raíces son demasiado amargas y no se comen. Las plantas son
más listas que el hambre. Además transforman el
estiércol en flores. |
Un niño nos mostró el granero donde
almacenaban el mijo. |
La tormenta tuvo la cortesía de
esperar a que llegásemos al hotel Hala de Gaoua para descargar. |
Al día siguiente fuimos a visitar
algunas sukalas. Este gato tan grande como un zapato jugaba con el
cadáver de un ratoncito tan grande como un pulgar. Le habían puesto un
collar de caurís. |
El patriarca de una de las sukalas nos recibió
amablemente. |
Algunos miembros de la famila vinieron a conocernos. |
Los mayores estaban trabajando en el campo. |
La cacerola de metal estaba preparada para cocinar. La comida que procede de cosechas propias obtenidas con esfuerzo y sacrificio siempre sabe mejor. |
Los recipientes de
cerámica se apilaban contra
la pared en una de las estancias. |
Cuando llueve cocinan en el interior y toda la casa se llena de humo. |
El niño se sentía fuerte y confiado
dentro de su hogar. |
La luz que entraba por una esquina iluminaba los
trastos apilados en un rincón. |
Una anciana removía la tierra.
Aquí no hay edad de jubilación. |
Las manos del agricultor expresaban
su nobleza. |
Algunas chicas lucían un curioso
corte de pelo. |
En otro valle todas las mujeres
trabajaban en el campo. |
Al pasar por Nako paramos en un
"cabaret", nombre con el cual se conocen aquí a los bares, y dos
jóvenes profesores de vacaciones nos
invitaron a media calabaza de cerveza de sorgo elaborada de la forma
tradicional. |
Un niño posó para la foto con la
misma postura que puede verse en algunas tallas Lobi. |
La polio continúa causando estragos en África. La mala suerte que había privado a este chico de movilidad era parcialmente compensada por los fuertes brazos de su solidaria hermana. En España a veces delegamos la fraternidad en los servicios sociales. |
Cuando nos íbamos, los niños del pueblo vinieron
a despedirse. |
Salimos hacia el país Dagari
y visitamos a un fabricante de balafones que conocí de casualidad en un
viaje anterior. |
Nos hizo una demostración. El
balafón sonaba muy bien. |
La hoguera de la cocina había
ahumado la pared de la casa. |
Un granero y dos grandes recipientes de cerámica
almacenaban los cereales. |
Un costurero nos enseñó sus últimas
creaciones. |
Una anciana descansaba a la sombra
de un mango. |
De camino a Leo nos encontramos con un grupo
de personas que se habían reunido para
celebrar un funeral. |
Dos balafonistas y un djembefola tocaban con
fuerza. |
De vez en cuando alguien cantaba. |
Los demás escuchaban respetuosamente las loas al difunto. |
Las mujeres permanecían aparte. |
De camino a Tiébélé comenzó a
llover. |
Una anciana que había perdido casi
todos sus dientes llevaba un bidón de 20 litros de agua sobre la cabeza. |
Me acerqué a un campamento de
buscadores de oro. |
Los mineros sonreían cuando les
deseaba buena suerte. |
Burkina Faso es el cuarto país del mundo en
explotaciones auríferas. |
Un minero partía piedras
con la esperanza de encontrar oro en su interior. |
Todos se reunían alrededor
del mismo plato para de comer. |
La maquinaria parecía bastante vieja, pero
funcionaba. |
Un grupo de mineros había horadado varias galerías en lo alto de la colina. Muchos de ellos procedían de la vecina Ghana y hablaban inglés. |
Habían introducido cargas explosivas con mecha y
estaban esperando a que explotasen. |
Las detonaciones hacían temblar
toda la montaña. |
En Burkina Faso hay muchas minas populares autogestionadas. La presencia de la Administración es mínima y teóricamente reina la solidaridad. En la práctica impera la ley del más fuerte. |
Después de un rato de pacífica convivencia vino
el señor de la izquierda a exigirme dinero por hacer fotos y me largué
para que no cumpliera su amenaza de romperme las cámaras. Quizás yo no
fuera
el más fuerte, pero cuando era necesario seguía siendo el más
rápido. |
Los mineros trabajaban mucho y
arriesgaban sus vidas para ganar el poco dinero que les permitía
sobrevivir. |
Si un día viniera por aquí alguna
de esas empresas mineras modernas con maquinaria pesada pagando buenos
sueldos a trabajadores contratados según la proteccionista legislación
burkinabe y cumpliendo las normas de seguridad, seguramente aparecerían
inmediatamente los bienintencionados "activistas" denunciando los
abusos del capitalismo. |
De momento los únicos activos por
allí se buscaban la vida como podían en unas condiciones muy duras. |
De camino a Tiébélé paré a contemplar un árbol
con extrañas raíces. |
Nos alojamos en el albergue Kunkolo de mi amigo
Pierre el rastafari. |
Al pasar por Pô vimos un grupo de
musulmanes rezando. |
Estaban celebrando la fiesta del
fin del Ramadán. Nosotros también lo celebramos, por fin los
restaurantes volvían a abrir en su horario habitual. |
Entramos en Togo y nos alojamos en
el hotel Le Campement de Dapaong. Al día siguiente fuimos a visitar el
país Moba. Aquí también las mujeres trabajaban sin descanso. |
El rey Moba nos recibió en su trono. |
El retrato que le hice el año
anterior salió de pena, así que lo repetí. El año que viene espero
pensar lo mismo y tener más ocasiones para retratarlo nuevamente. Mi
foto favorita es la que todavía no he conseguido. |
Recipientes de cerámica para almacenar agua y
cacerolas de metal para cocinar. |
Una mujer Moba. |
Llegamos hasta las cuevas de Nano. El paisaje
que se veía desde lo alto de la falla era espectacular. |
Fuimos a dar una vuelta y nos
invitaron a entrar en algunas casas. |
Un pequeño tchitcheri apoyado
contra un árbol servía de enlace con el más allá. |
Las tinajas de barro se fundían con
la tierra. |
Dos chicos a la entrada de su casa. |
Los objetos de barro tienen un
atractivo especial. Están relacionados con el origen de todo. |
Los ceramistas manejan la tierra,
son seres poderosos. |
En África la maternidad es tan
importante que las políticas de control de nataliad suelen fracasar. |
Las mujeres tienen una media de 5 hijos. |
La dueña de la casa molía grano con
piedras para fabricar harina. |
El niño que había atado un plato de
bicicleta a un palo era el que más juguetes tenía. |
Había llovido poco. El futuro de las cosechas
seguía en el cielo. |
Los Moba viven en grupos de chozas unidas por
muros bajos. |
Los dueños nos invitaron a conocer el interior. |
Admiro a las personas que son felices con poco. |
Al final compré una pequeña
colección de tchitcheris previamente desactivados y regresamos a
Dapaong. Todos los grupos étnicos tienen unos rasgos que les
diferencian de los demás. Las tallas africanas reflejan tanto las
peculiaridades físicas como las espirituales. Se
caracterizan por lo que son y por lo que no tienen, como las personas.
Me identifico con
las Moba porque son sencillas y abstractas. No tienen rasgos faciales
para que cada uno pueda imaginarse las expresiones que quiera. No son
ni altas ni
bajas, ni gordas ni flacas, ni hermosas ni feas, ni fuertes ni débiles,
ni listas ni tontas. Lo más importante es lo que piensa la persona que
las mira y las reflexiones que sugieren al espectador. |
Fuimos a dar una vuelta al pueblo.
Tres de cada cuatro se alegraron de vernos. |
Este señor se puso muy contento
cuando le hice una foto. |
Los expresivos ojos de una joven madre latían de amor por su hija. |
En Togo hicimos uso de nuestra
libertad para beber
cerveza. |
Al día siguiente fuimos a Nadoba y visitamos
Koutammakou, el país de los Batammariba. |
Es un lugar mágico que admiro. Me chocó verlo en una cadena de televisión española como escenario de un reality llamado "Perdidos en la Tribu". |
Fuimos a presentar nuestros respetos al
patriarca de una de las takientas, que nos trató con mucha educación.
Su realidad era muy diferente a la que se mostraba en el reality.
Se
había quedado ciego, pero no estaba perdido. Además el término "tribu"
me parece peyorativo. La realidad es inmensa y tiene muchas versiones. Cada uno interpreta la que más le interesa para conseguir sus objetivos. Pero no entiendo qué sentido tiene difundir estereotipos falsos que caducaron el siglo pasado. A este señor solo le preocupaba que lloviese. Lo demás le daba igual, como bien expresaba su rostro. |
Un agricultor removía la tierra
seca, lo mismo que hacían una buena parte de nuestros antepasados.
Ponerse
en el lugar de otro solo requiere un pequeño esfuerzo de imaginación.
Me pregunto quién es realmente el salvaje, el que respeta la
naturaleza o el que se la carga. |
Estaba nublado, pero no llovía. |
Este hombre lo tenía todo: familia, casa, campo de cultivo, herramienta de trabajo, antepasados, creencias y buena salud. |
Su mujer nos observaba desde arriba. |
Éramos la novedad. |
Una mujer sostenía a su hijo. |
En 2007 visité Koutammakou por primera vez y tuve la mala suerte de topar con los más bordes, por eso me pareció un pueblo hostil. Merece la pena salirse de las rutas principales para conocer a los demás, porque son muy amables. |
Una niña posaba cómodamente sobre
un fetiche cubierto por restos de sacrificios. |
Al final la sencillez es lo mejor. |
Las escaleras comunicaban unos
niveles con otros. |
La luz oscureció a este niño en
lugar
de iluminarlo. |
Jambas ensanchadas para el paso de
los animales y un alto dintel para el tránsito de los ancestros. En la
takienta hay sitio para todos. |
Los Batammariba son orgullosos e independientes.
Este niño es alguien importante. Cuando sea mayor tendrá la
responsabilidad de preservar una gran cultura. |
Los Batammariba son hospitalarios con los
visitantes que
aceptan sus normas, como todos los seres humanos. |
Aquí las puertas que separan la realidad de la
imaginación son frágiles. |
Un último vistazo desde la azotea de la takienta
antes de despedirnos de nuestro anfitrión. |
Una mujer bañaba a su hijo con
remedios naturales para bajarle la fiebre. |
Al día siguiente regresamos al
mismo sitio en coche para iniciar desde ahí una excursión andando. Uno de los niños tuvo miedo de
nosotros y se escondió detrás de un fetiche. Yo de pequeño me habría
escondido detrás de la gente por temor a los fetiches, justo lo
contrario. |
La abuela estaba desayunando. |
Las cocinas de las takientas son
auténticas obras de arte. |
El grupo de los niños se hacía cada
vez más numeroso. Iban apareciendo poco a poco, como las estrellas
cuando anochece. |
El dueño de la casa se iba al campo
de cultivo. La luz convertía al polvo en pequeños cometas. |
Las sombras de las hojas de un árbol parecían
imprimir relieves en los fetiches. |
Al final las sombras quedaron
impresas. Una señora llevaba sobre la cabeza
un recipiente metálico lleno de grano. |
Lo aventó sobre otro para limpiarlo
de paja. |
No le importaba que las gallinas se comieran los granos que caían fuera porque sabía que al final todo acabaría en los estómagos de sus hijos. |
Un enorme árbol cubría todo el escenario, como
el telón de fondo de un gran teatro. |
El siguiente paso consistía en moler el grano con un mortero. |
Fuimos a dar un paseo para ver más
takientas. |
Otros años por estas fechas las
plantas de cereales estaban tan altas que no dejaban ver las casas. |
Otro día sin lluvia, para desesperación de sus habitantes. |
La gente nos miraba con curiosidad. |
Hice esta foto con una cámara analógica. |
La repetí con una cámara digital, que se cargó las nubes y sacó los colores que le dio la gana. La fotografía digital es más cómoda, pero a veces los resultados son decepcionantes. |
Haría siempre fotos analógicas si no fuera por lo que cuesta revelarlas y el tiempo que lleva escanearlas. |
La última takienta que visitamos fue la mejor de todas. El arte se había fusionado con el ritual. |
El niño vestía una camiseta con la imagen de
Martin Luther King. |
Luego vinieron los demás. |
Una niña nos dio la bienvenida con
una sonrisa. |
Este sabroso cabrito que paseaba alegremente por la cocina no era consciente del peligro que corría. Nunca he visto en África un restaurante vegetariano. |
Las previsiones de lluvias seguían siendo tan
remotas que en la azotea habían dejado grano a secar. |
Los fetiches del interior recibían
sacrificios para que lloviese. |
Necesitaban oscuridad para brillar, igual que
las luciérnagas. |
Las cabras no querían salir. Se
encontraban a gusto en el interior, como yo. |
A la entrada había un lugar reservado para moler
grano con una pesada maza de madera. |
Les deseamos suerte con las
lluvias, nos desearon buen viaje y nos despedimos hasta la siguiente
vez. |
Para apreciar a los Batammbaria solo hay que esforzarse un poco en encontrar un camino; eso vale para todo el mundo. |
Cruzamos el río Kéran y llegamos hasta Kandé para proseguir nuestro viaje hacia el sur. |
Fuimos a visitar el lugar donde se accidentó el
avión del presidente en 1974 cerca de Sara-Kawa. Un gran Eyadéma de
metal señalaba al suelo indicando que a partir de ese momento prefería
viajar por tierra, como yo. Curiosamente falleció a bordo de un avión
de un ataque al corazón el 5 de febrero de
2005 cuando sobrevolaba Túnez. Le
sucedió su hijo,
como en las monarquías. |
Allí estaba el flamante Douglas C-47 Skytrain
despanzurrado. Habían construido unos miradores alrededor para
contemplarlo y meditar, no es que se hubiera estrellado en el claustro
de un monasterio. |
En el accidente perecieron algunos generales críticos con la gestión del presidente, que milagrosamente resultó ileso. Así pudo presentarse ante su pueblo como un superhéroe con poderes mágicos y ganarse su simpatía. Echó la culpa de todo a los franceses y como represalia nacionalizó las minas de fosfatos que habían creado en el país. Nunca nadie podrá acusale de no sacarle provecho a una catástrofe aérea. Ahora las malas lenguas dicen que ni siquiera iba en el avión. El mundo está lleno de incrédulos e ingratos. |
A la Faille d'Aledjo le quedan los días
contados, están construyendo una carretera para evitar los puertos. Al
final solo se utilizarán para bajar en goitibera, yo ya tengo la mía
preparada. |
Nos alojamos en el hotel Le
Sahelien de Hiéatro. Quisieron cobrarme de más por la cena, así que al
día siguiente me fui a desayunar a un puesto callejero. |
Cogimos la carretera de Kpalimé y paramos a ver
un enorme termitero. |
Luego fuimos a ver las cascadas de
Ayomé. |
Los cristianos habían convertido
este
rincón paradisíaco en un lugar de peregrinaje. La gente venía a rezar. |
La cascada traía menos agua que
otros años. |
Fuimos parando por los pueblos. |
Los establecimientos tenían nombres
curiosos: peluquería GRÂCE À DIEU, carnicería TOUTE LA SAINTE JOURNÉE,
taller de costura SI DIEU LE VEUT, bar L'ETERNEL EST MON BERGER. |
Établisements DIEU DONNE, donde lo mismo te cortan el pelo que te recargan la batería del teléfono. |
Una tumba COMME IL FAUT. |
Comimos en el restaurante Macumba
de Kpalimé, subimos al monte Kloto y nos alojamos en el hotel Campement. |
Fuimos a dar un paseo por el monte. |
En pocos días habíamos pasado del
desierto absoluto al frondoso bosque tropical. |
Un largo camino. |
Sentía vértigo al pensar en todo lo
que me quedaba por delante hasta regresar a casa. |
Un agricultor se dirigía a las
plantaciones. |
Un enorme árbol erecto se mantenía fiel a su
propio deseo
de quedarse en su tierra. |
Un pastor evangelista hablaba a sus
feligreses en las ruinas de un antiguo edificio colonial. |
Una chica nos acompañó hasta el
cementerio alemán. |
Ahí seguía la tumba de Ernst Schmidt, y lo que
le queda. |
El epitafio rezaba: Demasiado
pronto y lejos de su hogar hubieron de enterrarle. La actitud del
niño
indicaba que la muerte es algo natural. |
Tampoco hay que precipitar los acontecimientos,
la
prisa mata. |
Una familia había conseguido abrir un claro en
medio del bosque para vivir. |
Esta señora se tomaba la vida con
calma. |
Fuimos a ver otra cascada. |
Unas chicas vinieron a enseñarnos su mono. |
Llegamos a Lomé y nos alojamos en el hotel Le Galion. |
Nos reencontramos con el mar. Unos días más tarde Maricarmen y Francesc regresaron a España en avión. |
Lo positivo de las grandes ciudades africanas es que al haber tanta gente de procecencia diferente, siempre te encuentras con alguien amable. Solo hay que buscar. Me gustaba comer en el chiringuito de un simpático rastafari que me transmitía su optimismo. |
Pero lo negativo era demasiado
deprimente y al poco tiempo decidí emprender el viaje de regreso a casa. |
Por el camino paré a tomar un café.
La de atrás me ofrecía una Coca-Cola, pero era ficticia. |
Un camión se había salido de la
carretera en los montes Défalé. |
La tierra seguía esperando que lloviese. |
Las nubes cubrían Ouagadougou, pero no llovía. |
La tormenta descargó por fin cuando pasé por
Bobo-Dioulasso, igual que durante el viaje de ida. |
El río Bagoé llevaba agua para el Bani, afluente
del Níger. |
En Bamako visité a unos amigos
artesanos. |
El tendero de un pequeño comercio esperaba clientes sentado cómodamente en su altar. Parecía el sacerdote de una nueva religión. |
Unas mujeres lavaban ropa en un río
cerca de Kolokani. |
Más al norte otras hacían lo mismo
a la altura de Fasoudébé. |
Una formación rocosa a la salida de
Ayoûn el Atroûs. |
Una mezquita en construcción. La
mayoría de los musulmanes son pacíficos y no se meten con nadie. |
Las lluvias habían hecho crecer el pasto. |
Me subí a una torre. Desde lo alto se veía una jaima de pastores en medio de la planicie. |
El ganado se dirigía hacia el norte. |
Al fondo se veían dunas. |
Otra jaima rodeada de sombras. |
Sus habitantes eran Tuareg que
abandonaron Malí cuando empezaron las revueltas de 2005. |
Tenían lo imprescindible. |
Solo querían vivir tranquilos y criar a sus hijos en paz. |
Conservaban el agua fresca en un
odre hecho con una piel de cabra. |
Pasé por el oasis de Ekamour. |
Al bajar el puerto de Djoûk paré a
contemplar otro oasis. |
Las montañas de
Tagant. |
El oued el Abiod se había
desbordado por las lluvias. |
Un pueblo rodeado de dunas en la
zona de Trarza. |
Fui al mercado central de Nouakchott para
comprar dirhams. |
Los tenderos se protegían del sol con
toldos. |
Unas mujeres vendían telas en la
calle. |
El sol se metió detrás de las dunas
y yo en mi tienda de campaña. |
Un rebaño de dromedarios vino a darme los buenos
días. |
El pastor conocía a mi amigo Soufi, el guía. |
Ya no hay turistas,
así que ha vuelto a guiar dromedarios. |
Echo de menos atravesar el desierto
en coches viejos, pero los tiempos cambian y hay que adaptarse. |
No hay nada como desatascar un
camión en pleno desierto para mantenerse en forma. |
Paré en una jaima para comprar una silla de camello. |
Me pedían demasiado y no llegamos a
un acuerdo, la próxima vez será. |
Un camión marroquí se había salido
de la carretera intentando cruzar un oued inundado de noche. |
Vi pasar el tren minero que venía de Zouérat. |
Lo adelanté y me subí a una loma. |
Los pasajeros viajaban sobre el
mineral de hierro. |
Es el transporte que utilizan
muchos saharauis para acceder a los "territorios liberados". |
Las cabras iban aparte. |
Es un viaje agotador para gente
dura. |
El tren continuó su camino y yo el mío. |
Entré en la antigua provincia española del
Sahara Occidental actualmente ocupada por Marruecos. El aire había
esculpido una
obra de arte en la roca. |
Había sitio
de sobra para acampar. |
El acantilado se perdía en el
horizonte. |
El sol se coló entre las nubes para
iluminar una duna. |
Una explotación de sal en el Parque
Nacional de Khenifiss. |
El mar se había introducido en la tierra creando
esta poza a las afueras de Sidi Akhfenir. |
Había marea alta y las aguas
estaban inquietas. |
Querían acabar con el acantilado,
pero las rocas permanecían impasibles. |
Unos pescadores sin vértigo se
habían colocado en un sitio no apto para cardíacos. |
Afortunadamente el hombre no pesaba
mucho. |
Permanecía concentrado en su tarea. |
Pensando en lo a gustito que estarían los peces
en el agua, corría el riesgo de tirarse de cabeza para hacerles
compañía. Tampoco hay que llevar
al extremo lo de ponerse en el lugar del otro. |
Llegué al puerto de Tánger Med y embarqué en el
ferry. |
Estaba tan impaciente por volver a
casa que todos los demás barcos me parecían mucho más rápidos que el
mío. |